miércoles, 25 de marzo de 2015

LA DIGNIDAD SACERDOTAL

LA DIGNIDAD SACERDOTAL

"Hijo, el Sacerdote me pertenece,  todas las criaturas me pertenecen, todos los hombres me pertenecen, pero el sacerdote me pertenece en modo diferente y particular.
Tú, hijo mío:
— me perteneces por Creación,    
— me perteneces por Redención,
— me perteneces por Vocación,
— me perteneces por Reconquista.
Así es verdaderamente.
Por lo tanto, eres mi propiedad, y como propiedad mía, tú realizas el fin de la Creación, el fin de la Redención y el fin de tu Vocación solamente de un modo: adecuándote escrupulosamente a mi voluntad.
Para esto te he llamado: no me has escogido tú a Mí, sino que Yo te he escogido a ti. Te he escogido para hacer de ti un ministro mío, es decir, para hacer de ti otro Yo mismo. No es un modo de decir, sino que es una gran realidad: Sacerdos alter Christus1.
Sólo los santos han tenido la justa visión de la grandeza sacerdotal. Muchos ministros míos están muy lejos de vivir esta realidad divina: no tienen la visión luminosa del Misterio del que son parte.
Mis ministros deberían ser responsablemente conscientes de su dignidad sacerdotal, adecuando a ella día y noche toda aspiración y toda energía, toda fatiga y todo sufrimiento.
Así han hecho los sacerdotes santos y ¡todos los sacerdotes deben ser santos!
Para esto los he escogido para santificarse y luego santificar, para darse a Mí enteramente porque son míos, porque me pertenecen por tantos títulos y para que Yo pueda darlos, sin reservas, a los hermanos.
Pero, ¿qué hacen tantos ministros míos? Cuidan de sus intereses (muchas veces disimulados, pero siempre sus intereses) no de los míos que son los de las almas. Están sedientos y hambrientos de cosas mundanas.
He dicho que cuidan de sus intereses: mejor definirlos pseudo - intereses; el verdadero interés de ellos debe ser uno sólo: “Dios”. La gloria de Dios, la salvación de las almas; todo el resto no vale.
Por fuerza vagan desorientados en la niebla y en la oscuridad, que no se reconocen ya ni a sí mismos. No saben ya quiénes son, no saben a dónde van;  por fuerza resulta que ¡no hacen mella en las almas!
No, no se salvan almas en las playas donde impera Satanás compitiendo con los hijos de las tinieblas en la inmodestia, en la impureza, en el mal. No se salvan almas leyendo toda clase de libros, envenenando y contaminando espíritu y alma. No se salvan almas repudiando la fe. Se han hecho materialistas.

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