martes, 31 de marzo de 2020

Los hombre son obedientes a los gobiernos que usan la fuerza, pero no a Dios que usa el amor.

11-94

Mayo 25, 1915


Los hombres son obedientes a los gobiernos que
usan la fuerza, pero no a Dios que usa el amor.

(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi siempre amable Jesús, en cuanto se ha hecho ver me ha dicho:
(2) “Hija mía, el flagelo es grande, pero a pesar de esto los pueblos no se estremecen, más bien permanecen casi indiferentes, como si debieran asistir ala representación de una escena trágica y no a una realidad; en lugar de venir todos humillados a mis pies a llorar y a implorar piedad, perdón, están más bien atentos a oír lo que sucede. ¡Ah, hija mía, qué grande es la perfidia humana! Mira como son obedientes a los gobiernos; sacerdotes, seglares, no pretenden nada, no rehúsan ningún sacrificio y deben estar dispuestos a dar la propia vida; ah, sólo para Mí no hay obediencia ni sacrificios, y si alguna cosa hacen, son más las pretensiones y los intereses, y esto porque los gobiernos usan la fuerza, pero Yo uso el amor; para las criaturas este amor es desconocido y ante él se están indiferentes, como si Yo no mereciera nada de ellas”.
(3) Pero mientras esto decía ha roto en llanto, ¡qué dolor tan cruel ver llorar a Jesús! Luego continuó:
(4) “Pero la sangre y el fuego purificarán todo y harán que el hombre se arrepienta, pero mientras más se tarde en volver, tanta más sangre correrá y será tal la carnicería, que el hombre jamás lo hubiera pensado”.
(5) Y mientras esto decía me hacía ver esta carnicería humana. Qué dolor vivir en estos tiempos, pero sea siempre hecho el Querer Divino.

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