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6 de diciembre 204
Zacarías 8, 7-12-13-16-22.
Dice Jesús:
«Salvador de las gentes, no puedo no ser Salvador de mi pueblo. Mío por la ley antigua,
mío por la ley nueva.
Humanamente he salido de esa raza, y si ella se ha burlado de Mí, no me ha conocido, me
ha traicionado, matado, si ella ha hecho esto teniendo el alma cargada y enmarañada con el
magma de la culpa que no lava mi Sangre -siendo esta raza una rama que no quiere
insertarse en el cepa de la vid divina- no es menos cierto 6 dic. que he muerto también por
ella, que sobre ella tengo derechos de Rey y amor de Creador.
Con dureza y fiereza los padres de los padres de este momento han rechazado el don del
Eterno y han pedido mi Sangre para saciar el hambre de su odio hacia la Verdad. Con
paciencia, con inteligencia, con fuerza y con bondad les atraeré a Mí.
Las obras buenas o inicuas del hombre sirven siempre para un fin sobrenatural, porque la
maldad humana es recogida por Dios y al contacto con sus manos se transforma en
instrumento de bien. Dios no deja ningún intento en su previdente obrar para alcanzar la
finalidad que es reunir en un único núcleo a los humanos para el último día, como desde un
único núcleo se desparramaron por la Tierra dividiéndose como arroyuelos que se desbordan
de la copa de una fuente.
La obra ha iniciado ya y los perseguidores que dañan y ofenden lo que es humano no
saben que están creando con su iniquidad el gran día del Señor, en el que como ovejas
dispersas reuniré mi inmenso rebaño a los pies de la Cruz y bautizaré de nuevo con el nom-
bre de "corderos" a los enrudecidos hijos del rebaño que fue mío, expeliendo a quienes bajo
mi signo son las víboras y los lobos de la sociedad humana.
Cuando sepáis reconocerme y llorar con corazón contrito, Yo mutaré vuestra secular
condena, deicidas, en perdón y bendición, porque no pudo olvidar el bien cumplido por
vuestros Padres, quienes desde el Reino oran por vosotros errantes. Despojaos, pues,
también vosotros, que fuisteis los primeros en recibir el don de la Ley, de cuanto es ingrato a
Dios.
Los mismos mandamientos que doy a mis nacidos del místico alumbramiento de la Cruz,
lo digo también a vosotros que habéis convertido la cruz en un sacrílego patíbulo y en una
fuente de condena.
Decid la verdad y servid a la Verdad. Venid a Ella. Golpearos el pecho por quienes la han
menospreciado y han esperado matarla. Sólo se han matado a sí mismos porque la Verdad
es inmortal en su naturaleza divina. No os arropéis con sus insignias para fines humanos.
Sino que, una vez que os acerquéis a ella, amadla como esposa recién conocida. Ella es
quien debe generaros para la Vida eterna. Pero no se puede generar si de dos no se hace
una cosa sola persiguiendo no el placer de los sentidos, sino la santidad del fin. Sed
honestos y sinceros con todos y especialmente con Dios, cuyo ojo penetra en los corazones
y los traspasa de lado a lado y los ve mejor de cuanto pueda hacerlo el científico y el
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Pero escrito, de hecho, en el mismo día (5 de diciembre) del dictado precedente y de los siguientes
333 bacteriólogo cuando ven en vuestros cuerpos las enfermedades que os consumen y los
gérmenes que os corroen.
Aplicad el amor a la verdad en las relaciones con Dios y con el hombre. No traicionéis.
Hace ya veinte siglos traicionó uno de vuestra raza, instigado y seguido por falsos y
malvados. Quitad esa injuria que os aplasta desde hace siglos, con vuestro actuar justo y
leal.
Para ser amados hay que hacerse amar. Lo habéis olvidado muchas, demasiadas veces.
Amad la paz. Es el signo de Cristo, que vuestros padres han matado atrayendo sobre
vosotros la guerra que no tiene fin, y con pausas de tregua explota y resurge como una en-
fermedad insanable en el cuerpo de la Tierra y no os da seguridad y descanso. Ahora debéis
aprender a amar esta paz para poder ser de Cristo y finalizar así el eterno éxodo de vuestra
raza.
Cada parcela del mundo tiembla bajo vuestro pie y os aplasta. También las parcelas
antiguas. Pero si Yo, Señor del mundo, extiendo mi mano y abro mi boca para decir: "¡Basta!
Éstos son míos de nuevo", la Tierra no podrá perseguiros más. Las sobrenaturales tiendas
del Cielo estarán sobre vosotros como protección.
Recordad cuando, por vosotros, he perseguido a los poderosos, he abierto el mar, he
hecho brotar fuentes en la aridez de los desiertos y llover alimento del cielo, cuando he
puesto a mis ángeles a abriros un pasaje entre los enemigos para conduciros a la Tierra que
había prometido a los primeros santos de la Tierra. Siempre soy ese Dios potente y piadoso.
Lo soy dos veces más ahora que no soy sólo el Padre Creador sino el Hijo Salvador, ahora
que la Tercera Persona ha generado el milagro de la Encarnación de un Dios para hacerle la
Víctima expiatoria de toda la humanidad.
Yo os espero para poder decir: "Paz" a la Tierra, y decir al Cielo: "¡Ábrete para acoger a
los vivientes. El tiempo ha terminado!". Venid. No tengo un corazón distinto, ahora que estoy
en el Cielo, del que tenía en el Gólgota cuando oraba por vuestros padres y perdonaba a
Dimas».
Me dice Jesús a mí:
«He dictado este texto hoy que puedes escribirlo, en vez de mañana que no podrías
hacerlo. Pon la fecha de mañana 205 . La colección de los dictados debe ser regular como el
movimiento de un péndulo. Un día se entenderá mejor el porqué digo que se haga así. Ahora
descansa sobre mi Corazón».
Más tarde, a las 8 horas
Dice Jesús:
«Ten paciencia, alma mía. No puedo estar sin hablarte, porque hablar a quien me ama
constituye mi delicia, mi deseo, la necesidad de mi Corazón amante vuestro.
¿Has visto alguna vez cómo hacen dos esposos que se aman realmente? La esposa,
mientras que está en casa, mira el reloj a cada momento, corre a la ventana, para ver si pasa
el tiempo, para ver si el esposo vuelve de su oficina. El esposo, en cuanto puede, escapa
para decir una palabra de amor a su esposa. Apenas le ha dejado y se le ocurre que podía
decirle también esto otro para hacerla feliz, y en cuanto puede corre a decírselo. Es el amor
que les apremia.
También Yo, apenas callo, siento que tengo más que decirte. Quisiera hablarte noche y
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Efectivamente, la fecha del 6-12, puesta al inicio del dictado, está escrita fuera de las rayas del cuaderno, resultando así dispuesta en un
segundo momento
334 día, tenerte toda para Mí, quisiera que tú te pudieras dedicar completamente a Mí. ¡Si
supieras cómo te amo!
Ahora escucha. Hace años, leyendo los escritos de mi siervo Contardo Ferrini, te
preguntaste varias veces -porque eras una analfabeta en la mística- en qué consistía "la
conversación en los Cielos".
Helo aquí: cuando tú me escuchas y Yo te hablo, cuando en lugar del murmullo de
oraciones superficiales Yo te rapto en el fuego de las revelaciones y te ocupo de Mí, cuando
tú me dices: "Ven, Jesús, a hablar a tu sierva", cuando gustas el sabor de mi Palabra que
deposito en ti como en un cofre, en un ánfora, para que tú la des a los pobres y a los
sedientos de la Tierra, entonces nosotros mantenemos una conversación en los Cielos.
Estabas demasiado atada a las fórmulas, como casi todos los católicos fervientes. Yo te
he desligado. He lanzado tu alma fuera del océano de las circunscripciones formularias, de
las pequeñeces de los preceptos, a los espacios ilimitados del místico mar de la oración. Te
he envuelto, aspirado, raptado, divinizado en el fuego de la oración.
Eras un pequeño pájaro trabado. Ahora eres un águila que esparce el vuelo, domina y
sube hacia el Sol y lo mira y es fortalecida. Sube cada vez más, como el águila en vuelos
concéntricos. En lo alto estoy Yo, Águila eterna, que te espero para llevarte, más allá de los
sentidos, al conocimiento del amor.
Obedece siempre a la llamada, con prontitud y confianza. Abandónate al viento del amor.
Éste te sostiene, no te obstaculiza. Él espira para traerte a Mí de quien viene. Piérdete, gota
de agua en mi infinito océano, piérdete, chispa de luz en mi inmenso resplandor. Entra a
formar parte de tu Dios y Señor, de tu Esposo. Te abro todas las puertas de mis tesoros para
que los poseas.
¡Te amo!».
10 horas
Dice María:
«Hablando de la Presentación en el Templo, Lucas dice que "el padre y la madre se
quedaron maravillados de las cosas que se decían del Niño".
Distinta maravilla la de los dos cónyuges. Yo, a quien el Espíritu Santo había revelado
todo futuro, me maravillaba sobrenaturalmente admirando la Voluntad del Señor que se
vestía de carne para querer redimir al hombre y que se revelaba a los vivientes del espíritu.
Me maravillaba una vez más de que Dios me hubiese elegido a mí, su humilde esclava, para
ser la Madre de la Voluntad encarnada. José se maravillaba también humanamente porque
no sabía más que lo que las Escrituras le habían dicho y el ángel revelado. Yo callaba.
Los secretos del Altísimo estaban como depuestos en el arca cerrada en el Santo de los
Santos y sólo yo, Sacerdotisa suprema, los conocía, y la Gloria de Dios los velaba ante los
ojos de los hombres con su resplandor insostenible. Eran abismos de fulgor y sólo el ojo
virginal besado por el Espíritu Santo podía mirarlos. Por esto estábamos, tanto José como
yo, maravillados. De manera distinta, pero igualmente maravillados.
Del mismo modo debe interpretarse así el otro pasaje de Lucas: "Pero ellos no
comprendieron lo que les había dicho", cap. 22, v. 50.
Yo comprendí. Ya antes lo sabía y, aunque el Padre permitió mi angustia de madre, no me
veló el significado excelso de las palabra de mi Hijo. Pero callé para no humillar a José a
quien no le era concedida la plenitud de la gracia.
Era la Madre de Dios, pero eso no me eximía de ser esposa respetuosa hacia el Bueno
que era mi amoroso compañero y vigilante hermano. Nuestra Familia no conoció tacha, en
335 ningún motivo ni campo. Nos amamos santamente preocupados de una sola cosa: del Hijo.
jOh! Jesús restituyó en la hora de la muerte todo consuelo, como sólo Él podía hacer, a mi
José, en recuerdo de todo cuanto había recibido de ese Justo. Jesús es el modelo de los
hijos, como José lo es de los maridos. He tenido mucho dolor por el mundo y del mundo.
Pero mi santo Hijo y mi justo Consorte no trajeron más lágrimas a mis ojos que las de su
dolor.
Cuando ya José no estuvo a mi lado, y yo fui la primera autoridad terrenal sobre mi Hijo,
ya no mostré que no entendía callando. Nadie más se habría humillado al verse superado en
comprensión, y en Caná hablé: "Haced lo que Él os diga" dije, porque sabía que Jesús no me
niega nada y que tras sus palabras sostenidas ya estaba el primer milagro suscitado por mí y
ofrecido a mí por mi Hijo, como una cándida rosa, la primera nacida sobre un rosal en
primavera.
Hay que saber leer el Evangelio, María. Los hombres no lo saben leer. Yo te guiaré la
mano y te lo explicaré allí donde mi Jesús no te lo explica. Soy la Madre de los dos. Quiero
que mi niña conozca a su dulcísimo Jesús, nuestro Jesús, como pocos le conocen.
Cuanto más le conozcas, más le amarás. Cuanto más le ames, más feliz me harás».
Fuente: Cuaderno del año 1943 de Marìa Valtorta.