20 de agosto
Dice Jesús:
«Si se observara bien cuanto sucede desde hace algún tiempo, y especialmente desde los
inicios de este siglo que precede al segundo milenio, se debería pensar que los siete sellos
han sido abiertos. Nunca como ahora Yo me he inquietado por volver entre vosotros con mi
Palabra y reunir las tropas de mis elegidos para marchar con ellos y con mis ángeles a
presentar batalla a las fuerzas ocultas que trabajan para excavar las puertas del abismo a la
humanidad.
Guerra, hambre, pestilencias, instrumentos de homicidio bélico -que son más que las
bestias feroces mencionadas por el Predilecto- terremotos, señales en el cielo, erupciones de
las vísceras del suelo y llamadas milagrosas a vías místicas de pequeñas almas movidas por
el Amor, persecuciones contra mis seguidores, elevación de las almas y bajezas de los
cuerpos, no falta nada de los signos por los cuales puede pareceros próximo el momento de
mi Ira y de mi Justicia.
En el horror que tenéis, exclamáis: "¡El tiempo ha llegado; más tremendo de esto no puede
ser!". Y llamáis con gran voz al final que os libere. Lo llaman los culpables, mofándose y
maldiciendo como siempre; lo llaman los buenos que ya no pueden más de ver al Mal triunfar
sobre el Bien.
¡Paz, elegidos míos! Todavía un poco y después vendré. La suma de sacrificio necesaria
para justificar la creación del hombre y el Sacrificio del Hijo de Dios no está cumplida aún.
Todavía no ha terminado la formación de mis cohortes y los ángeles del Signo aún no han
puesto el sello glorioso sobre todas las frentes de quienes han merecido ser elegidos para la
gloria.
El oprobio de la tierra es tal que su humo, en poco diferente del que mana de la morada de
Satanás, sube hasta los pies del trono de Dios con sacrílego ímpetu. Antes de la aparición de
mi Gloria es necesario que oriente y occidente sean purificados para ser dignos del aparecer
de mi Rostro.
Incienso que purifica y aceite que consagra el gran, infinito altar donde la última Misa será
celebrada por Mí, Pontífice eterno, servido en el altar por todos los santos que tendrán en
aquella hora el cielo y la tierra, son las oraciones y los sufrimientos de mis santos, de los
dilectos de mi Corazón, de los que ya están señalados con mi Signo: de la Cruz bendita,
155 antes de que los ángeles del Signo les hayan contraseñado.
El signo se graba sobre la tierra y vuestra voluntad es quien lo graba. Después los ángeles
lo llenan con un oro incandescente que no se borra y que hace resplandecer como el sol
vuestra frente en mi Paraíso.
Grande es el horror de ahora, dilectos míos; pero ¡cuánto, cuánto, cuánto tiene que
aumentar todavía para ser el Horror de los últimos tiempos! Y si parece verdaderamente que
el ajenjo se haya mezclado con el pan, con el vino, con el sueño del hombre, mucho, mucho,
mucho más ajenjo debe gotear aún en vuestras aguas, sobre vuestras mesas, sobre
vuestros lechos antes que hayáis alcanzado la amargura total que será la compañera de los
últimos días de esta raza creada por el Amor, salvada por el Amor y que se ha vendido al
Odio.
Que si Caín anduvo vagando por la tierra por haber matado una sangre, inocente, pero
siempre sangre contaminada por el pecado original, y no encontró quien le quitase el
tormento del recuerdo porque el signo de Dios estaba sobre él para su castigo -y generó en
la amargura y en la amargura vivió y vio vivir y en la amargura murió- ¿qué debe sufrir la raza
del hombre que mató de hecho y mata, con el deseo, la Sangre inocentísima que le ha
salvado?
Por lo tanto pensad que éstos son los síntomas, pero aún no es la hora.
Están los precursores de aquel que he dicho pueda llamarse: "Negación", "Mal hecho
carne", "Horror", "Sacrilegio", "Hijo de Satanás", "Venganza", "Destrucción", y podría
continuar dándole nombres de indicación clara y pavorosa. Pero él no ha llegado aún.
Será persona que estará muy en alto, en lo alto como un astro. No un astro humano que
brille en un cielo humano. Sino un astro de una esfera sobrenatural, el cual, cediendo al
halago del Enemigo, conocerá la soberbia después de la humildad, el ateísmo después de la
fe, la lujuria después de la castidad, el hambre de oro después de la evangélica pobreza, la
sed de honores después de la ocultación.
Será menos espantoso ver caer una estrella del firmamento que ver precipitar en las
espirales de Satanás a esta criatura ya elegida, la cual copiará el pecado de su padre de
elección. Lucifer, por soberbia, se convirtió en el Maldito y el Oscuro. El Anticristo, por sober-
bia en esta hora, se convertirá en el maldito y el oscuro después de haber sido un astro de mi
ejército.
Como premio por su abjuración, que sacudirá los cielos bajo un estremecimiento de horror
y hará temblar las columnas de mi Iglesia en el temor que suscitará su precipitar, obtendrá la
ayuda completa de Satanás, quien le dará las llaves del pozo del abismo para que lo abra.
Pero que lo abra del todo para que salgan los instrumentos de horror que Satanás ha
fabricado durante milenios para llevar a los hombres a la total desesperación, de tal modo
que, por sí mismos, invoquen a Satanás como Rey y corran al séquito del Anticristo, el único
que podrá abrir de par en par las puertas del abismo para hacer salir al Rey del abismo, así
como Cristo ha abierto las puertas de los Cielos para hacer salir la gracia y el perdón, que
hacen a los hombres semejantes a Dios y reyes de un Reino eterno en el que Yo soy el Rey
de los reyes.
Así como el Padre me ha dado a Mí todo poder, Satanás le dará a él todo poder, y
especialmente el poder de seducción, para arrastrar a su séquito a los débiles y a los
corrompidos por las fiebres de las ambiciones como lo está él, su jefe. Pero en su
desenfrenada ambición aun encontrará demasiado escasas las ayudas sobrenaturales de
Satanás y buscará otras ayudas en los enemigos de Cristo, los cuales, armados con armas
cada vez más mortíferas, cuanto les podía inducir a crear su libídine hacia el Mal para
sembrar desesperación en las muchedumbres, le ayudarán hasta que Dios no diga su
156"Basta" y les aniquile con el fulgor de su figura. 86
Mucho, demasiado -y no por sed buena y por deseo honesto de repararse del mal
apremiante, sino más bien tan sólo por curiosidad inútil- mucho, demasiado se ha cavilado a
lo largo de los siglos, sobre cuanto Juan dice en el capítulo 10 del Apocalipsis. Pero sabe,
María, que Yo permito que se sepa cuanto puede ser útil saber y oculto cuanto encuentro útil
que no sepáis.
Sois demasiado débiles, pobres hijos míos, para conocer el nombre de honor de los "siete
truenos" apocalípticos. Mi ángel ha dicho a Juan: "Sella lo que han dicho los siete truenos y
no lo escribas". Yo digo que no es aún la hora de que se abra lo que está sellado y que si
Juan no lo escribió Yo no lo diré.
Por lo demás no os toca a vosotros probar ese horror y por ello... Sólo os queda orar por
aquellos que lo deberán padecer, para que la fuerza no naufrague en ellos y no pasen a
formar parte de la turba de quienes bajo el azote del flagelo no conozcan penitencia y blasfe-
men a Dios en lugar de llamarle en su ayuda. Muchos de éstos están ya en la tierra y su
semilla será siete veces siete más demoníaca que ellos.
Yo, no mi ángel, Yo mismo juro que cuando haya terminado el trueno de la séptima
trompeta y se haya cumplido el horror del séptimo flagelo 87 , sin que la raza de Adán
reconozca a Cristo Rey, Señor, Redentor y Dios, e invoque su Misericordia, su Nombre en el
cual está la salvación, Yo, por mi Nombre y por mi Naturaleza, juro que pararé el instante en
la eternidad. Cesará el tiempo y comenzará el Juicio. El Juicio que divide para siempre el
Bien del Mal después de milenios de convivencia sobre la tierra. 88
El Bien volverá al manantial del que ha venido. El Mal precipitará donde ya precipitó desde
el momento de la rebelión de Lucifer y de donde salió para turbar la debilidad de Adán en la
seducción del sentido y del orgullo.
Entonces se cumplirá el misterio de Dios. Entonces conoceréis a Dios. Todos, todos los
hombres de la tierra, desde Adán hasta el último nacido, reunidos como ,granitos de arena
sobre la duna de la playa eterna, verán a Dios Señor, Creador, Juez, Rey.
Sí, veréis a este Dios que habéis amado, blasfemado, seguido, escarnecido, bendecido,
vilipendiado, servido, huido. Lo veréis. Sabréis entonces cuánto merecía vuestro amor y
cuánto mérito era servirle.
¡Oh! ¡alegría de quienes se hayan consumado a sí mismos en el amarle y en el
obedecerle! ¡Oh! ¡terror de quienes han sido sus Judas, sus Caínes, de quienes han
preferido seguir al Antagonista y al Seductor en lugar de al Verbo humanizado en quien está
la Redención; de Cristo: Camino hacia el Padre; de Jesús: Verdad santísima; del Verbo: Vida
verdadera!».
Fuente; Cuaderno del año 1943 de Maria Valtorta
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