martes, 7 de abril de 2020

Cómo la Comunión de la Voluntad Divina no está sujeta a consumirse, sus velos son intangibles. Luisa suspira el Cielo y por eso está triste y pone triste a toda la Creación.


20-50

Enero 20, 1927



Cómo la Comunión de la Voluntad Divina no está sujeta a consumirse,

sus velos son intangibles.  Luisa suspira el Cielo y por eso está

triste y pone triste a toda la Creación.



(1) Habiendo recibido la comunión he quedado afligida y angustiada porque eran tales y tantos los accesos de tos, que me sentía sofocar y no podía ni pensar ni estarme con Jesús según mi costumbre.  Después de una hora y más de toser fuerte me he calmado y pensaba entre mí:  “Hace ya una hora o más que he recibido a Jesús y no me he podido recoger para estarme a solas con Él, ya los accidentes de la Hostia se han consumido, Jesús se ha ido y yo no sé dónde encontrarlo nuevamente, así que para mí hoy ha sido como si no hubiese recibido la santa comunión”.  Pero por lo demás, también en esto beso, adoro y bendigo al Fiat Supremo.  Ahora, mientras esto pensaba, mi dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior y apoyaba su cabeza sobre mi espalda y con sus brazos me sostenía para darme fuerza, porque estaba tan agotada que me sentía morir, y todo bondad me ha dicho:

(2) “Hija mía, ¿qué no sabes tú que hay una comunión eterna y tan grande que no está sujeta ni a disminuirse ni a consumirse, que sus velos que la esconden en medio de las criaturas no están sujetos a perecer como los velos de la Hostia Sacramental, que se da a cada instante, a cada respiro, a cada latido y en todas las circunstancias, es más, se debe estar siempre con la boca abierta para poderlas recibir todas, de otro manera muchas quedan fuera del alma, sin que entren dentro, esto es, con la voluntad de querer recibir siempre esta comunión tan grande y continua, que por cuanto se da, no está sujeta ni a disminuir ni a consumirse?  Tú ya has entendido cuál es esta comunión tan grande y continua, ella es mi Fiat Divino que te corre como vida en tu alma, como calor para fecundarte y desarrollarte, como alimento para nutrirte, te corre en la sangre de tus venas, en el latido de tu corazón, en todo; está siempre en acto de darse a ti, basta que tú la quieras recibir y Ella te ahogaría de comuniones, tantas te quiere dar.  Y con razón, con justicia y con derecho, la comunión de mi Voluntad debía ser sin límites y no sujeta a consumirse, porque Ella es principio, medio y fin de la criatura, y por eso debía poderla recibir de modo que nunca, nunca le pudiese faltar, porque una cosa que es principio, medio y fin, debe estar en continuo acto de darse y de poderse recibir, y si no fuese así, faltaría para la pobre criatura su principio de vivir, el medio para mantenerse y perdería el fin a donde llegar, por lo que mi sabiduría infinita jamás podría permitir que la comunión de mi Voluntad fuese limitada para ella.  En cambio la comunión Sacramental no fue dada como principio de las criaturas, ni como fin, sino que fue dada como medio, ayuda, alivio y medicina, y los medios, ayudas, etc., se dan en modo limitado, no perenne, y por eso los velos de los accidentes Sacramentales están sujetos a consumirse, mucho más que si las criaturas aman el recibirme continuamente, está la comunión grande del Fiat Eterno, que está en acto de darse continuamente a ellas, y sin embargo tú te afligías y casi te turbabas porque pensabas que las especies Sacramentales se habían consumido.  No tenías razón de afligirte mientras en ti y fuera de ti está la comunión de mi Querer, que no está sujeta a sufrir ninguna consumación, su vida está siempre en su plenitud, ni mi amor soportaría que la pequeña hija de nuestro Querer no pudiese recibir nuestra Vida Divina, siempre nueva y continua”.

(3) Después de esto continuaba sintiéndome enferma, y haciendo el giro en la Creación para seguir los actos de la Voluntad Suprema, sentía en mí una nota de tristeza, porque la obediencia me había impuesto que yo debía obedecer en desear curarme, mientras que yo suspiraba el Cielo, habría querido dar un salto de en medio de la Creación para alcanzar mi ansiada Patria, pidiendo al cielo, a las estrellas, al sol y a todas las cosas creadas que me acompañasen, pues siendo que uno era el Fiat que nos daba la vida, yo tenía mis derechos de que no me dejasen sola, que todas deberían seguirme hasta las puertas de la eternidad, esperando primero que me recibiese en el Cielo aquella misma Voluntad que me había poseído en la tierra, y que después de mi ingreso en la beatífica Voluntad Celestial se podían retirar cada una a su puesto, y no pudiendo hacer esto me sentía triste y así giraba por toda la Creación.  Ahora, mientras esto hacía, una voz fuerte, armoniosa y argentina se hacía oír desde el centro de la Creación que decía:  “Tu nota triste se ha comunicado a todas las cosas creadas, así que hoy nos has puesto a todos en actitud de tristeza; está segura que todos te acompañaremos al Cielo, es justo que quien ha estado en medio de nosotros, quien nos ha hecho compañía, no entre al Cielo sin nuestra compañía; pero la Creación toda quedará sin quien le pone el brío, sin quien la tiene en fiesta, no resonará más tu eco en medio de nosotros, que haciéndonos como hablantes, glorificamos, amamos, alabamos aquella Voluntad Divina que nos creó y nos conserva; perderemos a aquella que nos visita y nos hace compañía”.  La voz hizo silencio y yo misma me sentía que respiraba un aire triste.  Por eso pensaba que había cometido pecado por haber puesto con mi tristeza, triste a toda la Creación.  Así que ansiaba a mi dulce Jesús para decirle el mal que había hecho, para decirle que para eso Él me había hecho escribir tantas cosas que se referían al Divino Querer para hacer que llegasen en medio de las criaturas, de modo que viviendo de este Fiat Divino pudiesen poseer un Reino tan santo.  Entonces, mientras esto y otras cosas pensaba, mi amado Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:

(4) “Hija mía, tú tienes razón en quererte venir, pero para que todos los conocimientos de mi Querer salgan fuera y hagan su camino, se necesitará tiempo, y por eso la Creación tiene razón en que quedará de nuevo en su silencio, pero Yo no quiero que te oprimas, abandónate en Mí y deja hacer todo a tu Jesús”.

(5) Y yo: “Amor mío, cuando me lleves al Cielo te pido que me lleves deprisa, deprisa, a fin de que no tengan tiempo de darme esta obediencia”.  Pero mientras esto decía me pareció ver que el cielo, el sol y toda la Creación se inclinaban entorno a mí para hacerme homenaje, y Jesús ha agregado:

(6) “Hija mía, cuando mueras, la Creación toda te investirá y deprisa pasarás al Cielo, ¿no estás contenta?”



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