martes, 7 de abril de 2020

Los Sacramentos producen sus frutos según las almas estén sometidas a la Divina Voluntad, y según la conexión que tengan con el Divino Querer así producen los efectos.


11-64
Septiembre 25, 1913



Los Sacramentos producen sus frutos según las almas estén

sometidas a la Divina Voluntad, y según la conexión que

tengan con el Divino Querer así producen los efectos.



(1) Habiendo dicho al confesor que Jesús me había dicho que la Voluntad de Dios es el centro del alma, y que este centro está en el fondo del alma, que como sol expandiendo sus rayos da luz a la mente, santidad a las acciones, fuerza a los pasos, vida al corazón, potencia a la palabra, a todo; y no sólo esto, sino que este centro de la Voluntad de Dios, mientras nos está dentro para hacer que nunca la podamos dejar, y para estar a nuestra continua disposición y ni siquiera un minuto dejarnos solos ni separados, nos está al frente, a la derecha, a la izquierda, por detrás y por doquier, y aun en el Cielo será nuestro centro, el confesor decía en cambio que nuestro centro es el Santísimo Sacramento. Entonces, al venir el bendito Jesús me ha dicho:

(2) “Hija mía, Yo debía hacer de modo que la santidad debía ser fácil y accesible a todos, excepto para quien no la quisiera, y en todas las condiciones, en todas las circunstancias y en todos los lugares. Es verdad que el Santísimo Sacramento es centro, pero, ¿quién lo instituyó? ¿Quién sojuzgó a mi Humanidad a encerrarse en el breve giro de una hostia? ¿No fue mi Voluntad? Por lo tanto mi Voluntad tiene siempre la supremacía sobre todo; y además, si el todo está en la Eucaristía, los sacerdotes que me llaman del Cielo en sus manos y que están más que todos en contacto con mi carne sacramental deberían ser los más santos, los más buenos, y en cambio muchos son los más malos. ¡Pobre de Mí, cómo me tratan en el Santísimo Sacramento! Y tantas almas devotas que me reciben, tal vez todos los días, deberían ser otras tantas santas si bastara el centro de la Eucaristía, y en cambio, cosa de llorar, están siempre en el mismo punto: Vanidosas, iracundas, escrupulosas, etc., ¡pobre centro del Santísimo Sacramento, cómo quedo deshonrado! En cambio una madre de familia que hace mi Voluntad y que por sus condiciones, no que no quiera, no puede recibirme todos los días, se ve paciente, caritativa, lleva en sí el perfume de mis virtudes eucarísticas; ¡ah!, ¿es acaso el Sacramento, o mi Voluntad, a la que ella se ha sometido la que la tiene sojuzgada y que suple al Santísimo Sacramento? Es más, te digo que los mismos Sacramentos producen sus frutos según las almas están sujetas a mi Voluntad, y según la conexión que tienen con mi Querer así producen sus efectos, y si conexión con mi Querer no hay, me comulgarán pero quedarán en ayunas; se confesarán, pero quedarán siempre sucias; vendrán a mi presencia Sacramental, pero si nuestros quereres no se identifican estaré para ellas como muerto, porque sólo mi Voluntad en el alma que se hace sojuzgar por Ella produce todos los bienes y da vida a los mismos Sacramentos, y quien esto no comprende, significa que es niño en la religión”.

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