martes, 7 de abril de 2020

Vivir en la Divina Voluntad es sacramento y sobrepasa a todos los demás sacramentos juntos.



12-119

Diciembre 26, 1919


Vivir en la Divina Voluntad es sacramento y

sobrepasa a todos los demás sacramentos juntos.



(1)Estaba pensando entre mí:  “¿Cómo puede ser que el hacer la Voluntad de Dios sobrepasa a los mismos sacramentos?”  Y Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:

(2)“Hija mía, ¿y por qué los sacramentos se llaman sacramentos?  Porque son sagrados, tienen el valor y el poder de conferir la gracia, la santidad, pero estos sacramentos obran según las disposiciones de las criaturas, tanto que muchas veces quedan hasta infructuosos, sin poder conferir los bienes que contienen.  Ahora, mi Voluntad es sagrada, es santa, y contiene toda junta la virtud de todos los sacramentos, y no sólo esto, sino que no necesita trabajar para disponer al alma a recibir los bienes que contiene mi Voluntad, porque en cuanto el alma se ha dispuesto a hacer mi Voluntad, se ha dispuesto por sí misma a recibirlos, y mi Voluntad encontrando todo preparado y dispuesto, aun a costa de cualquier sacrificio, sin tardanza se comunica al alma, derrama en ella los bienes que contiene y forma los héroes, los mártires del Divino Querer, los portentos más inauditos, y además, qué hacen los sacramentos sino unir al alma con Dios.  Y ¿qué cosa es hacer mi Voluntad?  ¿No es acaso unir la voluntad de la criatura con su Creador?  Perderse en el Querer eterno, la nada subir al Todo, el Todo descender en la nada; es el acto más noble, más divino, más puro, más bello, más heroico que la criatura puede hacer.  ¡Ah! sí, te lo confirmo, te lo repito, mi Voluntad es sacramento y sobrepasa a todos los sacramentos juntos, pero en modo más admirable, sin intervención de nadie, sin ninguna materia; el sacramento de mi Voluntad se forma entre mi Voluntad y la del alma, las dos voluntades se anudan juntas y forman el sacramento; mi Voluntad es Vida y el alma está ya dispuesta a recibir la Vida; es santa, y recibe la santidad; es fuerte, y recibe la fuerza, y así de todo lo demás.  En cambio mis otros sacramentos, cuánto deben trabajar para disponer a las almas, si es que lo logran.  Y estos canales que he dejado a mi Iglesia, ¿cuántas veces quedan maltratados, despreciados, conculcados?  Y algunos se sirven de ellos para ensuciarse y los ponen contra de Mí para ofenderme.  ¡Ah, si tú supieras los sacrilegios enormes que se hacen en el sacramento de la confesión y los abusos horrendos del sacramento de la Eucaristía, llorarías junto Conmigo por el gran dolor!  ¡Ah! sí, sólo el sacramento de mi Voluntad puede cantar gloria y victoria, sólo él es pleno en sus efectos y es intangible de ser ofendido por la criatura, porque para entrar en mi Voluntad debe dejar su voluntad, sus pasiones; y sólo entonces mi Voluntad se abaja a ella, la inviste, la funde, y de ella hace portentos.  Por eso cuando hablo de mi Voluntad hago fiesta, no la termino jamás, es plena mi alegría, no entra amargura entre Yo y el alma; en cambio en los otros sacramentos mi corazón nada en el dolor, el hombre me los ha cambiado en fuentes de amarguras, mientras que Yo se los he dado como tantas fuentes de gracia”.

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