Renovaré el Mundo y Mi Iglesia.
Oh, amadísima hija, saturado de oprobios y triturado está Mi Corazón. ¿Qué más debía hacer y no lo He hecho para salvarlos? Si He faltado en algo, en cuanto a ustedes, quisiera saberlo. Me He dado a Mí mismo y sigo dándome en perpetuo sacrificio, pero parece que no basta. Podría llamar la atención del hombre con el castigo… Pero no. Soy Dios-Amor. Dios que salva lo que se ha perdido. La victoria será Mía. Confundiré el mal con el bien, la perfidia con la bondad y el perdón. Lo olvidaré todo para comenzar todo de nuevo. Renovaré el mundo. Pero, antes que el mundo, renovaré la Iglesia, a Mis Ministros… Mis almas consagradas… Mis Esposas…
Daré a la Iglesia un rostro nuevo, fresco, juvenil. Se pondrá vestidos nupciales, la adornaré con piedras preciosas y se presentará bella y rejuvenecida en el camino de los siglos. La seguirán Mis Ministros, ornamento indiscutible de Verdad de Fe; y Mis verdaderas Esposas, castas y modestas. La nueva Jerusalén cantará el himno de la liberación, como en los tiempos del Antiguo Testamento. Cantará el Exsultet. Pero, hija Mía, todo esto es tan deseable como comprometedor, porque He creado al hombre libre y tengo necesidad de la cooperación de los buenos para renovar el mundo. Un poco más de fe bastará para volver a encender en el corazón del hombre el amor que todo lo puede. No esperaré el Cielo para recompensarlos por este trabajo, pero, si bien por breve tiempo, les daré también aquí abajo la recompensa.
Es el tiempo en que la caridad se ha enfriado en el mundo. Es también el tiempo de la renovación. Así como de un borrascoso invierno asoma la dulce y suave primavera para despertar las cosas dormidas, la creación entera se despertará al nuevo soplo de vida que la hará salir del letargo de un mundo viejo. Nuevas las generaciones, nueva la Iglesia en su más lozano renacer de una eterna juventud en la perenne Caridad de su Fundador. Todo un mundo nuevo de paz, de concordia y de amor, como alabanza eterna a Dios. Tal será el mundo renovado en el sacrificio de los dolores del parto.
Yo que soy tu Dios, tu Creador, te necesito, Mi criatura, para hacer llegar este mensaje. Así lo hacía en otros tiempos con Mis Profetas.
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