sábado, 19 de febrero de 2011

MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI

CONFIDENCIAS DE JESÚS A UN SACERDOTE (Algunas de los tantos escritos, las editaré en series)

INTRODUCCIÓN


¿Por qué me ha escogido Dios?
¿Quién soy yo? Soy menos que un granito de polvo frente al universo, soy menos que una gotita invisible frente al océano, soy menos que un repugnante gusanillo que se arrastra en el fango de la tierra.
Soy un pobre sacerdote, entre tantos, el menos culto, el menos docto, el más desprovisto, un pobre sacerdote rico sólo en innumerables miserias de toda naturaleza.
¿Por qué me ha escogido Dios? Para que se entienda que yo no soy más que un pobre instrumento en Sus Manos, para que se entienda por todos que no soy más que una miserable pluma despuntada, mi misma caligrafía es símbolo de mi inconmensurable pobreza y nulidad.
¿Por qué me ha escogido Dios? Para confundir a los soberbios, hinchados de orgullo por su saber, que han llenado la Iglesia de errores y de herejías, envenenando a las almas. Sí, necedades, errores, herejías, sobre Dios, sobre la Iglesia, sobre la Santísima Virgen, sobre la Revelación. Dios es infinitamente sencillo y nos quiere sencillos y humildes.
En verdad, en verdad os digo que si no os volvéis sencillos como estos pequeños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Basta transformar las cosas simples en las cosas más complicadas, basta acuñar nuevos vocablos, nuevas palabras, para ostentar su saber y atraer sobre sí, de este modo, la atención de los otros. Estimo útil esta breve introducción, si no necesaria, para que se establezca, entre mí, instrumento, y los lectores a los que está dirigido este libro, ambos envueltos en un designio de amor de la Providencia Divina, un contacto espiritual que facilite la acción de la divina voluntad.

d. O. M.
Incoherencia

Hoy el Infierno no teme ni a Obispos ni a Sacerdotes, hechas las debidas excepciones, porque no tienen en lo más mínimo la visión, y por tanto, la convicción, de que el problema fundamental de la Iglesia es la salvación de vuestras almas en la lucha que se lleva contra aquellos que quieren su perdición. Es más, reaccionan negativamente ante estas realidades espirituales, ante estas llamadas mías.
Esto significa que no son las almas lo que ellos buscan, sino a sí mismos en su sutil y aterciopelada presunción.
Reaccionan negativamente ante estas llamadas mías, y confirman de este modo su incurable ceguera, la incoherencia en una misión que fue deseada, no para el bien de las almas, sino por intereses propios, lo que quiere decir, de la propia soberbia.
Dado que os habéis arraigado en un comportamiento antipastoral, ahora se necesita una actitud de gran humildad para salirse fuera. Un acto de buena voluntad os volverá a traer al plano justo.
Vosotros decís: ¡A grandes males, grandes remedios! Pues bien, Yo os digo: es ciertamente un remedio extremo, es realmente una cosa difícil para un Obispo tomar la decisión de convocar a todos sus sacerdotes a su alrededor para decirles:
"Hijos míos, todos hemos sido un poco engañados, nos hemos dejado desviar por las artes de nuestros irreductibles enemigos espirituales. Ellos han logrado distraer nuestros cuidados y nuestras atenciones de un problema vital de la pastoral, como es plantear toda nuestra acción en una visión más justa, más realista y que más responde a las necesidades y a los intereses de las almas.
Yo, pastor de almas, estaré más cercano a los que sufren por culpa de las fuerzas oscuras del infierno, y seré más vigilante en proteger a mi grey contra sus jugadas, usando los medios que Él, el Maestro divino, me ha indicado con su ejemplo y sus palabras."

YO SOY FELIZ

Don O., soy la hermana de M.
Poco nos hemos conocido en la tierra, apenas nos hemos visto de lejos. Pero esto no tiene importancia, ya que somos hijos del mismo Padre, pertenecemos a la misma familia de los hijos de Dios, estén ellos en la Gloria, como yo estoy, o estén todavía en la tierra, como ahora estáis vosotros.
La realidad divina de la Comunión de los Santos, nos une en el amor de Cristo.
Don O., mi vida en la tierra fue humilde y escondida. Nunca soñé lo que tantas almas deslumbradas desean: placeres, honores y riquezas, salud y cosas por el estilo. ¡Pobres almas ilusas! Si no va a haber quien, con la oración y con el sufrimiento, les abra los ojos, irán perdidas para toda la eternidad.

Se necesita meditar

Yo soy feliz, nado en el júbilo, en la luz, en el amor de Dios. Jamas lamentaré mi vida terrena, fuente de mi felicidad eterna.
Don O., haz llegar este mensaje a mis queridos en la tierra; que también ellos sepan que la muerte no interrumpe la vida.
La vida, purificada del polvo de la tierra, se perfecciona e integra a la Bienaventuranza divina, porque en el Paraíso se vive en Dios y de Dios, pero de modo diferente de las almas en Gracia, que aún están en camino hacia el Cielo.
Don O., no puedo menos de deplorar la necedad de todos aquellos que, sin reflexionar, se dejan engañar con tanta facilidad por el Maligno.
Él es un lobo disfrazado de cordero.
Él odia sin tregua a todos los hombres que, en su loca desesperación, quiere arrastrar al mal y luego llevar al Infierno.
Si los hombres cesaran por un poquito de tiempo, sus actividades, sólo para meditar en estas dos palabras: "Infierno y Eternidad" el mundo rápidamente cambiaría. Pero Él, el Maligno hace de todo para que esto no suceda.
Te bendigo.
Soy la hermana de M.


MENOS DE UN INSTANTE

Hijo mío, escribe, soy tu mamá.
Tú comprendes cómo es de sensible el corazón de una madre para todo lo que se relaciona con la vida de sus hijos.
Ahora bien, se te ha dicho muchas veces, y con razón, que la vida no se interrumpe por la muerte. Estoy ha­blado del alma, razón y causa de la vida del cuerpo.
El alma de una madre se purifica y perfecciona, en su existencia ultraterrena, también en su sen­sibilidad hacia aquellos que ella engendró en vida.
Hijo mío, tú puedes comprender que, viviendo nosotros de Dios, en su luz infinita os vemos a vosotros y vuestras experiencias cotidianas, sufrimientos y dificultades, pero no podemos sufrir por nada de esto.
Nuestra confianza sin limites en Él y el Amor que Dios tiene por vosotros nos hace felices.
¡Ánimo, hijo! Tú crees en la Comunión de los Santos y sabes que ésta no es una verdad abstracta: es una subli­me realidad por la que Dios nos une. Ya que vivimos en Su amor, necesariamente estamos también unidos en el amor con vosotros.
Te repito: ¡Ánimo!
La vida en el tiempo es menos que un instante, y la pobre tierra es menos que un invisible punto en el espacio.
Tu mamá

Escribe, hijo mío:
Te he hablado de ello repetidamente, ahora deseo reca­pitular las varias alusiones hechas, como conclusión del tercer libro destinado a volver a llevar a escena el único problema verdaderamente importante de la Pastoral en mi Iglesia.
Todos los demás problemas se deben introducir en este objeto fundamental de toda actividad pastoral.
Muchos en mi Iglesia, hijo mío, no tienen las ideas claras sobre la razón primaria de su vocación. Esto es ver­daderamente paradójico.
Yo, Jesús, quiero que Obispos, sacerdotes y fieles sean mis corredentores. En medida diferente, pero los quiero a todos corredentores, esto es, deben continuar Con­migo el Misterio de la Redención. Pero ¿qué quiere decir re­dimir si no liberar a las almas de la vejación de Sata­nás, la más horrible y la más nociva?
¿Quién es Satanás? ¿Quiénes son las legiones a Él sometidas?
Satanás es criatura de Dios, que se rebeló contra Dios.
Satanás, después de Dios, en el Mundo invisible y visible era la criatura más poderosa, más grande, maravillosa en su bondad y santidad.
Fue ésta su ilimitada potencia y belleza lo que le perdió, porque fue tan tremendamente orgulloso de ellas como para considerarse igual a Dios.
De aquí su rechazo a someterse a Dios, de aquí su perdición eterna, de aquí su implacable odio hacia Dios, hacia la Virgen que de hecho lo ha sustituido a él, en el primer puesto de la creación. La Virgen no sólo es la razón de su derrota, haciendo Ella posible la Redención por su humildad, sino que ahora es Ella la prim

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