viernes, 3 de abril de 2020

Cómo en la Iglesia está reflejado todo el Cielo.


2-18
Mayo 2, 1899

Cómo en la Iglesia está reflejado todo el Cielo.



(1) Esta mañana Jesús daba mucha compasión, estaba tan afligido y sufriente que yo no me atrevía a hacerle ninguna pregunta, nos mirábamos en silencio, de vez en cuando me daba un beso y yo a Él, y así ha seguido haciéndose ver algunas veces. La última vez me hizo ver la Iglesia diciéndome estas palabras:

(2) “En mi Iglesia está representado todo el Cielo: Así como en el Cielo una es la cabeza, que es Dios, y muchos son los santos, de diferentes condiciones, órdenes y méritos, así en mi Iglesia, una es la cabeza, que es el Papa, y hasta en la tiara que rodea su cabeza está representada la Trinidad Sacrosanta, y muchos son los miembros que de esta cabeza dependen, o sea, diferentes dignidades, diferentes órdenes, superiores e inferiores, desde el más pequeño hasta el más grande, todos sirven para embellecer mi Iglesia, y cada uno, según su grado, tiene un oficio que le ha sido dado, y con el exacto cumplimiento de las virtudes viene a dar de sí en mi Iglesia un esplendor olorosísimo, de modo que la tierra y el Cielo quedan perfumados e iluminados, y las gentes quedan tan atraídas por esta luz y por este perfume, que resulta casi imposible no rendirse a la verdad. Te dejo a ti el considerar a aquellos miembros infectados, que en vez de producir luz dan tinieblas, ¡cuántos destrozos hacen en mi Iglesia!”

(3) Mientras Jesús así me decía, he visto al confesor junto a Él, Jesús con su mirada penetrante lo miraba fijamente; después, dirigiéndose a mí me ha dicho:

(4) “Quiero que tengas plena confianza con el confesor, aun en las mínimas cosas, tanto que entre Yo y él no debe haber diferencia alguna, porque en la medida de tu confianza y de la fe que des a sus palabras, así concurriré Yo”.

(5) En el momento que Jesús decía estas palabras me acordé de ciertas tentaciones del demonio que habían producido en mí un poco de desconfianza, pero Jesús con su ojo vigilante, de inmediato me ha tomado nuevamente junto a Sí, y en ese mismo instante me sentí quitar de mi interior esa desconfianza. Sea siempre bendito el Señor, que tiene tanto cuidado de esta alma tan miserable y pecadora.

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