viernes, 3 de abril de 2020

De la pureza de intención y la verdadera caridad.


2-20
Mayo 7, 1899

De la pureza de intención y la verdadera caridad.

(1) Mientras que en el día he hecho la meditación, Jesús continuaba haciéndose ver junto a mí y me ha dicho:

(2) “Mi persona está circundada por todas las obras que hacen las almas como por un vestido, y a medida de la pureza de intención y de la intensidad del amor con el cual se hacen, así me dan más esplendor, y Yo daré a ellas más gloria, tanto que en el día del juicio las mostraré a todo el mundo para hacer conocer el modo como me han honrado mis hijos y el modo como Yo los honro a ellos”.

(3) Luego, tomando un aire más afligido ha agregado:

(4) “Hija mía, ¿qué será de tantas obras, aun buenas, hechas sin recta intención, por costumbre y con fines de interés? ¿Cuál no será su vergüenza en el día del juicio, al ver tantas obras buenas en sí mismas, pero marchitas por su intención, que en vez de darles honor como a tantos otros, las mismas acciones les producirán vergüenza? Porque no son las obras grandes lo que miro, sino la intención con la cual se hacen, aquí está toda mi atención”.

(5) Por un rato Jesús ha hecho silencio y yo pensaba en las palabras que había dicho, y mientras las estaba rumiando en mi mente, especialmente sobre la pureza de intención y cómo haciendo el bien a las criaturas, las mismas criaturas deben desaparecer, haciendo una a la criatura con el mismo Señor, y hacer como si las criaturas no existieran, Jesús ha vuelto a hablar diciéndome:

(6) “No obstante así es. Mira, mi corazón es grandísimo, pero la puerta es estrechísima, ninguno puede llenar el vacío de este corazón, sino sólo las almas desapegadas, desnudas y simples, porque como tú ves, siendo la puerta pequeña, cualquier impedimento, aun mínimo, es decir, una sombra de apego, de intención errónea, una obra sin el fin de agradarme, impide que entren a deleitarse en mi corazón. El amor del prójimo mucho le agrada a mi corazón, pero debe estar tan unido al mío, que debe formar uno solo, sin poderse distinguir uno del otro; pero aquel otro amor al prójimo que no está transformado en mi amor, Yo no lo miro como cosa que me pertenezca”.

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