viernes, 3 de abril de 2020

Jesús habla de la cruz y se lamenta de las almas devotas.


2-23
Mayo 16, 1899

Jesús habla de la cruz y se lamenta de las almas devotas.



(1) Jesús ha seguido por otros días manifestándose del mismo modo, no queriendo separarse de mí. Parecía que aquel poco de sufrimientos que había vertido en mí lo atraían tanto, que no sabía estar sin mí. Esta mañana ha vertido otro poco de amargura de su boca en la mía y después me ha dicho:

(2) “La cruz dispone al alma a la paciencia. La cruz abre el Cielo y une juntos Cielo y tierra, esto es, Dios y el alma. La virtud de la cruz es potente y cuando entra en un alma tiene la virtud de quitar la herrumbre de todas las cosas terrenas, no sólo eso, sino que da el aburrimiento, el fastidio, el desprecio de las cosas de la tierra, y a cambio le da el sabor, el agrado de las cosas celestiales, pero por pocos es reconocida la virtud de la cruz, por eso la desprecian”.

(3) ¿Quién puede decir cuántas cosas he comprendido de la cruz mientras Jesús hablaba? El hablar de Jesús no es como el nuestro, que tanto se entiende por cuanto se dice, sino que una sola palabra deja una luz inmensa, que rumiándola bien podría hacer estar ocupado todo el día en profundísima meditación. Por eso si yo quisiera decirlo todo me extendería demasiado y me faltaría el tiempo para hacerlo. Después de un poco Jesús ha regresado de nuevo, pero un poco más afligido. Yo rápidamente le he preguntado la causa, y Jesús me ha hecho ver muchas almas devotas y me ha dicho:

(4) “Hija mía, lo que miro en un alma es cuando se despoja de la propia voluntad, entonces mi Voluntad la inviste, la diviniza y la hace toda mía. Mira un poco a estas almas, se dicen devotas mientras las cosas van a su modo, después una pequeña cosa, si no son largas sus confesiones, si el confesor no las satisface, pierden la paz y algunas llegan a no querer hacer ya nada más. Esto dice que no es mi Voluntad la que predomina, sino la de ellas. Créeme entonces hija mía, han equivocado el camino, porque cuando veo que en verdad quieren amarme, tengo tantos modos de poder dar mi Gracia”.

(5) Cuánta pena daba ver sufrir a Jesús por este tipo de gente. He buscado compadecerlo por cuanto he podido y así ha terminado.

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